¿Sabéis cual es el momento en que escribimos algo? Cuando hay una razón. Y la mayoría de las veces, esa razón se llama amor.
¿Cuando un jugador de baloncesto mete más canastas?¿Cuando un sueño tiene sentido?¿Cuando escribe un escritor enfrente del folio?¿Cuando un hombre o una mujer, como tú o como yo, de ser nadie se convierte en presidente de los Estados Unidos?¿Cuando un portero de fútbol para una pelota a ochenta por hora?¿En qué momento una diseñadora de la lencería más cara inventa sus nuevos diseños?¿En que momento alguien decide  que otra persona se debe añadir al seis millón ochocientos un habitante?
¿Cual es el momento en que todas esas personas dan el paso? En el preciso instante en el que tienen algo que enseñarle al mundo, algo por qué hacerlo y alguien por quien arriesgarse.

Una pelota de baloncesto no entra en la canasta si en el cerebro de la persona que tira no hay fe, amor y optimismo. Una persona tiene que ser impulsada por otra para conseguir un sueño, un sitio en el congreso de los diputados, un puesto en la plantilla del mejor equipo, una dirección empresarial, ser un cotizado fotógrafo o una excelente bailarina. Y un folio en blanco amigos, no se llena fácil.
Porque detrás de un folio se encuentran palabras, historias, gente con optimismo, sueños, almas perdidas y horas gastadas en llenar en folio con tinta azul; porque a través de la tinta fluyen multitud de sentimientos, miedos, cosas que decir e inseguridad.
Así que, si tenéis amor, aferraros a el. No lo soltéis. Da igual si es amor hacia una persona o hacia un grupo de ellas. No dejéis que se escape. La vida es larga y un día tiene veinticuatro horas, de las cuales la mayoría nos la pasamos intentando convertirnos en alguien, olvidando así quienes somos y por qué hacemos lo que nos gusta hacer.