Quiero uno de esos que haga que me tiemblen las rodillas de verlo, que me recuerde cada día que me quiere, uno que sepa que no vamos a pasar el resto de nuestra vida juntos, pero que tampoco lo descarte.
Quiero uno de esos que te llaman cuando menos te lo esperas y cuando más lo necesitas. Me gustaría uno que me mimara mucho siempre que estuviéramos juntos, pero tampoco en exceso. Pidiendo me gustaría que fuera como ese dos por ciento de hombres que hay en el mundo, como los de las películas, de esos que cuando algo va mal alrededor te recuerdan que eres lo mejor y lo más bonito que tienen. Uno que cuando me emborrache, me pare, me coja la mano y me saque a la pista de baile, aunque no tenga ni idea de bailar, pero por mi lo haga. Que le apetezca dar paseos por la orilla del mar. También que le gusten mis locuras, y se acostumbre a ellas. Uno que haga que no deje de reírme y me duela la barriga de hacerlo tanto.

Pero la realidad es que no existe un catálogo donde escoger el que más te gusta, llamar al número que te señalan y que te lo traigan a casa. Así que yo me conformo con dos cosas:
Que me quiera y que tenga una sonrisa bonita, con eso me basta.