Ellos.

Quererle a él era fácil. No costó nada. Creo que desde el primer momento ya hubo algo, había cariño, y con el tiempo surgió lo demás. Él era una mezcla de virtudes y defectos, una mezcla de todo. Cada adjetivo que se le puede adjudicar a las personas, él los acumulaba y los tallaba un poco, le daba su toque a cada uno y salia él. Cuando creas un muro contra los demás, infranqueable y resistente, alto casi hasta las nubes, no crees que nadie logre pasarlo, porque tampoco tú, dejas que lo hagan. Pero entonces sucedió, en ese momento, sin darse cuenta, el muro empezaba a disminuir, hasta que quedó a una altura pequeña, pero alta dentro de lo que cabía, y alli estaba él, santándolo. Ella aprendió a quererle, más bien, a dejarse querer, porque ella, también había saltado su muro, porque él había creado el suyo. Eran como dos almas gemelas perdidas en busca de paz, amor y cariño, y casualmente, eso se proporcionaban ellos. Eran como la media mitad del otro, sin que ambos lo supieran, ni lo hubieran imaginado nunca. Pero la invasión personal de su espacio, sentaba tan bien que les daba miedo, así que volvieron a crear los muros, y a quedarse atrás de ellos. Aunque habían sacado algo de todo eso, ellos eran los únicos que tenían la formula para saltar el muro del otro. Sabían y tenían claro, que en cualquier momento que quisieran, si ambos se dejaban, podrían saltarlo.